
En el 2006 fueron tres los frentes que siguieron con especial interés los medios de comunicación: el de Andrés Manuel López Obrador, Roberto Madrazo, Felipe Calderón...y el cuarto, encabezado por Vicente Fox. Durante los meses que duraron las campañas el entonces presidente desempeñó un papel clave en dos sentidos. Por un lado, al actuar como el blanco de las críticas de los candidatos de la oposición, por el otro, al desarrollar un discurso proselitista que también llegaba a los electores: “No se cambia de caballo a la mitad del río”, insistía el mandatario en sus giras por todo el país, en las que también prometía diversos logros “si seguimos por el mismo camino”.
Más allá de lo controvertida que resultó su actuación lo cierto es que resulta complejo que los titulares del Ejecutivo no sean un actor importante en las elecciones. Incluso en las intermedias. En los primeros seis meses de este año escucharemos a la oposición reprochar al gobierno la falta de resultados en materia de seguridad, y muy probablemente intentarán capitalizar el desalentador panorama económico. Apostarán, dicho de otro modo, por colocar al gobierno de Felipe Calderón en el banquillo de los acusados como la vía para obtener mayor poder.
¿Cómo responderá el gobierno? Asumirá pasivamente los señalamientos con el riesgo de perder influencia en la Cámara de Diputados y varias de las gubernaturas que hoy gobierna Acción Nacional? ¿O se subirá a la contienda con una defensa de su gestión y una apuesta por convertir la elección en una bocanada de oxígeno para lo que resta del sexenio? El tono de los mensajes en radio y televisión, así como el discurso presidencial que ya comentaremos en este espacio, nos dará la respuesta.
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